Hace seis años, después de una decisión meditada por la responsabilidad
que asumía, me sumo a la actividad política de forma pública militando en un
partido político y presentándome a unas elecciones municipales. Desde entonces
tengo el honor de ser concejal en el Ayuntamiento de mi pueblo por la confianza
depositada por mis vecinas y vecinos.
Toda
una odisea teniendo en cuenta que hasta la fecha no militaba en partido
político alguno, pues desde que termine mis estudio de bachiller me incorporo
al mercado laboral, combinándolo con estudios, la formación de una familia y la
participación en diferentes colectivos sociales.
En
los primeros momentos armonice la
actividad de concejal con el trabajo, como es habitual en la mayoría de los
casos. Como anécdota, en estos inicios,
recuerdo la preocupación del departamento de recursos humanos de mi empresa, “ofreciéndome”,
más tarde, la prejubilación, lo que me
permite, hoy, una posición de privilegio, inusual por otra parte. Compaginar trabajo, familia y actividad política exige
sacrificios y vocación de servicio.
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